lunes, 31 de marzo de 2014

Espíritu de celebración




(Foto Nicolas Selaya)


Entrevista con Hablan por la espalda tras su paso por el SXSW, en Texas.


Hay un vórtice en el medio de Punta Carretas. Pegado a un bar que abusa de las luces de neón hay una puerta de chapa. Del otro lado de la puerta, un pasillo largo que lleva a un ambiente casi apocalíptico. Paredes derrumbadas, humedades varias, graffitis paganos, plantas gigantes y sillas al borde de quebrarse. En medio de este paisaje está la sala de Hablan por la espalda. Me recibe el pelado, Andrés Varela, que mientras esperamos que llegue el resto de la banda me cuenta sobre los espíritus que, según él, viven en la sala. Dice que cuando está sólo y aprovecha a tocar la guitarra, siente presencias que pasan a su alrededor. Las ve por el rabillo del ojo. Considerando el estado del lugar donde estamos, me parece algo totalmente posible. Empieza a llegar la banda. Antes de empezar la entrevista, le comento a Andrés, a la pasada, que la luz del patio cuando llegué estaba apagada. Se prendió sola. Nos reímos. Son días de celebración para Hablan por la espalda y los fantasmas, hoy, no importan.  

¿Cómo estuvo el SXSW?


Valentín: A mí me sorprendió el tamaño. Es como si la ciudad se detuviera completamente durante una semana entera. Toda la ciudad se dedica enteramente a lo que pasa en ese tiempo. Lo que más vimos nosotros es música y capaz que es lo que más hay. Pero es impresionante el tamaño.

¿Y en lo personal cómo lo vivieron?

V: Para nosotros saber que íbamos a tocar en Estados Unidos, fue un sueño. Siempre nos planteamos la idea de ir a tocar. Hace quince años fuimos a Europa. Estados Unidos nos resultaba más difícil de pensarlo porque como en Europa los países son más chicos y conocemos más bandas que giran, masomenos ya sabíamos cómo se armaba el circuito. A Estados Unidos no teníamos ni idea de cómo llegar. Este fue un objetivo que traíamos hace muchos años.

¿Cómo resumirían sus toques allá?

V: Tocamos dos veces, tocamos en el sound of Uruguay a la una de la mañana, era un lugar para 100 personas. Los toques del SXSW son toques no son masivos, son toques chicos. Nosotros vimos un tributo a Lou Reed con el guitarrista de MC5 y el hijo de John Lennon y era un lugar que debería tener el tamaño de la Sala Zitarrosa y no estaba lleno.
Fermín: La gente está muy repartida por toda la ciudad. El toque generó el ambiente que queríamos generar. Tocamos después de Ana Prada, lo cual fue raro. Antes había tocado 4 pesos de propina. Había una mezcla de cantautores con bandas. En el público había muchos uruguayos, se ve que vivían en la zona y se mandaron para ahí. A su vez muchísima gente iba pasando y se metía. El segundo toque fue más nuestra movida, tocamos en una de las calles del centro del festival de tardecita y la gente iba y venía.
V: La misma dinámica se vio durante todo el festival, ves partes de bandas. Algunos shows si los ves enteros, pero está pasando tanta cosa que es inabarcable.
Fermín: Estás viendo a una banda y sabes que a los 10 minutos arranca otra en otro escenario y estás todo el tiempo transitando. Así también te perdés cosas porque no te da el tiempo de ver todo lo que querés. Vimos la mitad de lo que queríamos ver.
V: Lo que sorprende es que no hay toques llenos. Nosotros vimos a OFF! Y había solamente cuatrocientas personas.

Hablabas recién de la delegación uruguaya que fue al SXSW. Ana Prada, 4 Pesos de Propina, Daniel Drexler y ustedes. ¿Hubo alguna convivencia entre las bandas? Porque vienen de palos totalmente distintos.

V: Nosotros a las bandas las cruzamos en el toque. Después no nos volvimos a encontrar. Salvo en el aeropuerto, a la ida, donde al guitarrista de 4 pesos le habían abierto el estuche y se lo habían destrozado. Se tuvo que comprar uno nuevo porque el gobierno de Estados Unidos no se hace cargo de esas cosas. Después nos encontramos ahí en el recital.  Fue mucho más fácil encontrárnoslos allá que cruzárselos en los circuitos acá. Acá nunca se dio la oportunidad de vernos los unos a los otros. Con 4 pesos hablamos de cruzarnos acá que es algo que nunca hicimos aunque ellos tienen años en la vuelta y nosotros también. Se dio una camaradería entre ambas bandas.

¿Cómo fue el recibimiento en la ciudad? Porque estaban en el estado más conservador de Estados Unidos.

V: Lo que pudimos ver hablando con la gente es que Austin es una especie de refugio hippie dentro de un estado muy conservador. Yo no sé si es solamente en Austin o si los sureños son todos así pero había un clima muy amable. Había muchísima gente y que esa cantidad de gente en las calles cause tan poco problema nos sorprendió. Era todo ordenado dentro de ese caos. Acá en las llamadas va pila de gente y siempre se arma algún bardo y es sólo una calle. Allá es todo el centro de la ciudad del tamaño del centro de Montevideo.
F: Es una ciudad de ochocientos mil habitantes y está posicionada como la segunda ciudad menos violenta de Estados Unidos después de San José de California. Es muy tranqui, muy relajada. No por nada el lema de la ciudad es ‘keep Austin weird’.

Me contaban que vieron un montón de bandas. ¿Descubrieron alguna que los impactó?

F: La que nunca había visto y me gustó es Tinariwen, es una banda que fusiona la música trival tradicional de Malí con el blues. Después una banda de psicodelia noise japonesa.

Utilizaron el festival cómo una puerta de entrada al mercado norteamericano ¿Pudieron realizar contactos para una posible vuelta?

F: Por cómo es la banda, que tenemos la idea de autogestión y de búsqueda, al estar allá veíamos qué nos convenía: Por donde movernos y en qué lugares. Ojalá a futuro de sus frutos, vinimos con la cabeza de volver. Cuando éramos más chicos nos pasó que fuimos a Europa y nunca volvimos. Siempre nos quedó la sangre en el ojo con eso. Y en este caso, ya estamos más grandes. Es un mundo aparte Estados Unidos y para nosotros es como la meca.
V: Austin es una ciudad que vive el rock and roll cómo en Uruguay vivimos el candombe o la murga. Los anuncios, las publicidades que hay de cualquier cosa, gran parte están centradas en el rock and roll. En el aeropuerto hay guitarras gigantes pintadas. Hay carteles que dicen ‘Austin, la ciudad del rock and roll’.
F: Ellos se definen como la capital mundial de la música en vivo. Tienen también el Austin city limits que es uno de los festivales más grandes de Estados Unidos.

¿La segunda fecha que hicieron fue dentro del marco del festival?

V: No podíamos tocar fuera del marco del festival. Era una condición en el contrato. Habíamos conseguido otras fechas por fuera y cuando escribimos para preguntar si podíamos anexar otras fechas, la organización nos mandó un mail enorme diciendo que si llegábamos a elegir hacer esa fecha, nuestras visas iban a ser suspendidas y nuestro contrato también. Cuando llegáramos al aeropuerto nos iban a pasar a un cuartito y en ese cuartito nos iban a decir que durante diez años no íbamos a poder volver a Estados Unidos. Por eso preferimos no hacerlas.

Considerando que la banda tiene sus raíces en el hardcore, al día de hoy musicalmente han cambiado. ¿Cuál es la relación que tienen con esas raíces?

V: Yo creo que en todos los discos de Hablan, desde el primer cassette que grabamos, pasando por el Macumba y ahora este disco que estamos terminando mantenemos el espíritu hardcore. Es algo muy difícil de hacer y nos enorgullece. Pero esto hace que, a veces, Hablan sea medio hermético para afuera. Al que no creció dentro de este ambiente le cuesta un poco entender de dónde salen esos pequeños detalles, esos ruidos, que todavía conservamos y que vienen de ahí.

¿Han sentido qué con los cambios musicales ha cambiado el público de Hablan por la espalda? ¿Ese cambio lo consideran favorable?

C: Yo lo considero favorable.
F: Hablan tiene una base de seguidores de hace muchos años que también se mantienen. Y han recibido bien los cambios.

Porque hay bandas que al cambiar musicalmente pierden a su público inicial.

F: Bueno, pasó con nosotros también eso. Lo podes ver en Internet. Cualquier cosa que haga la banda, los comentarios están divididos.

¿El núcleo de seguidores no lo recibió mal?

V: No, pero creo que es gente que está dispuesta a cambiar. También dentro del hardcore nosotros tuvimos cambios. Por ejemplo cuando acabábamos de sacar el primer disco fuimos a tocar a Brasil. Era el 2001 y nos invitaron a un festival allá. Los brasileros después de tocar nos decían, ustedes cambiaron.
F: Ya para ellos lo que nosotros hacíamos era ‘careta’ dentro del palo hardcore.
C: Hablan tiene un acercamiento bastante grande con su público. Esa gente sabe que a pesar de los cambios la esencia de la banda sigue siendo la misma. Pasa con los seguidores nuevos que todavía no entienden algunas cosas viejas pero algunos se educan y empiezan a aprender por donde viene la mano.
V: Gran parte de nuestro público, muchos son amigos, es gente que también con el pasar de los años cambió. Por eso no toman nuestros cambios de manera defensiva. Porque si bien mantienen el espíritu hardcore, ellos han mutado para otros lados.
F: Aparte la actitud de la banda arriba del escenario sigue igual..

Ahora sacaron Teen Queen, ¿es parte del disco nuevo?

V: No, ese no va en el disco. En realidad ese es un tema que salió de los ensayos.
F: De hecho terminó quedando afuera por no acoplarse a la forma que le estábamos dando al álbum. Tenemos una forma bastante concisa y el tema no calzaba. Capaz que lo editamos en otro momento.

Teen Queen es un rock and roll clásico, simple. ¿El siguiente disco que están trabajando abandona un poco el candombe rock de Macumba para pasar a algo más de ese estilo o están siguiendo por la misma línea?

V: Está más cercano al Macumba, pero es un disco que tiene más trabajo en la parte técnica y en el armado de las canciones. Macumba fue ir y grabar todo de una, como viniera. En este buscamos achicar un poco, elegir bien que poner. También buscamos salir un poco del estilo, hay temas que no tienen nada que ver con Macumba. Hay temas que tienen percusión pero no son Candombe.

¿Cuáles son los puntos que diferencian al disco nuevo con el Macumba y cuáles los puntos de encuentro?

V: Se mantiene un respeto por la experimentación musical y por nuestras influencias. Cambió la manera de trabajar interna de la banda. Estamos más pendientes de los arreglos. A veces escucho el Macumba y pienso en arreglos que hubiera hecho mejor y cosas que sobran. Eso está más trabajado ahora.

Esto que estaban tocando ahora suena más a psicodelia sesentera y de candombe no tiene nada.

V: Tiene percusión.

Pero percusión tenían los 13th floor elevators y no eran candombe.

F: Bueno, estuvimos en Austin, tierra natal de los Elevators.
V: Decían que Roky Erkisson estaba en la vuelta. Corrían rumores de que iba a tocar pero no lo vimos. Realmente es mucha cosa lo que hay.
Tuka: Para mi este disco es mucho más rockero. Es más psicodelia pero también es más cercano al rock clásico. Creo que lo que hicimos con el candombe fue agarrar lo hecho en el Macumba y pulirlo más. Para este disco hicimos maquetas.
V: La diferencia entre las maquetas y el producto final es grande. Nosotros si tenemos quince temas, elegimos diez para laburarlos.

¿Hay una diferencia entre las letras del Macumba y las letras que están escribiendo ahora?

F: Hay una diferencia en los temas hablados. El estilo es el mismo. A la hora de escribir, las letras siempre están basadas en la música. Empiezo a escuchar la música y me sugiere por lo menos una atmósfera. En este disco las letras van todas para el mismo lado, todas hablan sobre lo mismo. A diferencia de Macumba las letras en este caso son más personales.

¿Qué los espera para el resto del año? ¿Tienen alguna otra gira confirmada?

T: Tocar y terminar de grabar el disco. Vamos a ir a Buenos Aires en abril y seguramente vayamos por Brasil y Chile. La idea es llegar a otros lugares, siempre manteniendo el espíritu.

¿Se espera algo especial para el show del sábado en Bluzz Live, dado que va a ser un show celebrando la vuelta?

V: Volvimos con todas las ganas.
T: Allá tocamos cuarenta minutos, hicimos un set más candombero. Acá vamos a hacer un show más largo, más rockero, con algunas cosas viejas. La idea es sacarnos las ganas con la gente. Tuvimos la duda de hacerlo antes o después del viaje pero pensamos que estaba bueno dejar a este show como una celebración.  


(Entrevista publicada en La Diaria, 31/03/2014)

 

viernes, 21 de marzo de 2014

Esto no es música

Cuándo era un pendejo, odiaba la música tranquila. La música tenía que ser al palo, fuerte y distorsionada, aunque siempre me interesó que tuviera buenas melodías, es verdad. Tal vez por la  turbulencia de la adolescencia o por llevarle la contra a esa niñez enjaulada de conservatorio. Una época de partituras estrictas cómo un emperador romano e inviolables cómo una monja de la santa iglesia del cordón. La música no era mía, nunca lo fue, la música pertenecía a esos señores que siglos antes que yo llegara a este mundo habían escrito esas contradanzas y piezas perfectas e impolutas. Todas las notas estaban en su lugar, todo sonaba cómo debía de sonar, no había una nota de más ni una disonancia permitida. Todo era una mierda. Nada sonaba cómo esos cassettes desgastados que le robaba a mi padre, cuando el no estaba, que en el lomo decían Jethro Tull, Led Zeppelin o Beatles. Eso me gustaba más. Y cuándo nadie me veía intentaba, sin mucha idea, sin ninguna idea para ser sinceros, imitar esos sonidos que salían del radiograbador que había en el living de casa. Esa música tampoco era mía, era de mi padre, pero la sentía mucho más cercana que esas sosas contradanzas. Seguía faltándome algo más allá de no entender lo que decían.
Un día que mis padres se habían ido al supermercado, prendí el radiograbador y guitarra española empecé a componer. Empecé rasgueando con la derecha mientras muteaba con la izquierda, luego sobre una base rítmica de mano derecha empecé a meter los dedos de la mano izquierda donde cayeran. No eran acordes, con los años descubrí que si lo eran, no seguían ninguna estructura, no eran nada y eran todo. Era feliz. Paraba cada tanto y usaba la guitarra como tambor con las dos manos y después re enganchaba y esbozaba lo que eran letras y melodías. Amaba esa composición. Era mia, era mi música. No era la música de alguién más que estaba interpretando. Las partituras nunca me hablaron de ese sentimiento creacional. Romper un cascarón. Soltar la cadena. Desahogar el grito. Fui libre por un segundo.
Al llegar mi padre a casa, fui emocionado a mostrárle mi composición, la música que había en mi. Al rebovinar el cassette y mostrárle lo que había hecho su cara se transformo. Enfrentó la sonrisa de un niño con una mirada seria y apretándo el botón de STOP me dijo, 'Eso no es música' y se fue.
Derrotado, volví cabizbajo a las partituras y a tocar las notas que tenía que tocar. Pero ya nada volvió a ser lo mismo. No podía concentrarme, la motivación había desaparecido, las ganas también. Eso ya no me saciaba, nunca lo había hecho pero ahora se había convertido en algo insostenible. Fue contraer un virus, una enfermedad sin cura, había encontrado un sentimiento único. Un grito primigenio. Un alarido que no me dejó volver a ser el mismo. Aquella mañana haciéndo lo que quería en la guitarra, así no tuviera sentido para nadie, para mi había sido lo más cercano a la libertad que pueda tener un ser. Las cosas no podían volver a ser lo mismo y de hecho no lo serían.
Al entrar en la adolescencia descubrí que había otro tipo de música, desconocida para mi, rondando la vuelta. El Punk/Hardcore. Música al palo, fuerte, rabiosa. Y si hay un sentimiento que florece en esta edad es la rabia. La rabia al mundo, a los padres, a los pares, a las instituciones, a la vida y al universo. Con los ahorros que tenía compré una guitarra por mil pesos en una feria. No tenía cuerdas, los micrófonos funcionaban poco y la pintura se le descascaraba. Tenía pinta de haber sobrevivido una guerra. Rodeado de un ambiente Reggae, dónde todo era amor y paz, la ira se acrecentaba y resaltaba aún más.
Esta nueva música no vino sola, la destrucción vino de la mano. Vandalismo, alcohol, mierda, piñazos, gargajos. Todo vino de la mano. Lejos estaba de aquel estallido inicial creacional, pero al menos estábamos haciendo algo propio, estábamos destruyendo. Y eso estaba bien, o lo estuvo por un tiempo.
Al pasar los años me empecé a dar cuenta que la ira se iba, y que era posible crear, no sólo destruir. Por más que la destrucción sea necesaria. Para construir algo primero hay que demoler lo que estaba previamente construido. Esa música dejó de ser mía, deje de sentirme a gusto. Pasó a ser una molestia simplemente destruir. Si destruímos todo, ¿qué hacemos el día que no haya más nada que destruir?
De pronto esa guitarra que sólo funcionaba distorsionada dejó de servirme, era inútil para cualquier otra cosa que para tocar power chords. La dejé pero nunca la abandoné, sigue en un rincón del cuarto como recordatorio de otros tiempos. Lo mismo que la guitarra clásica con la que comencé a estudiar y que ya es imposible de afinar. En lugar de cuadros el cuarto está adornado con ellas. Hay gente que ve fotografías para ver para atrás. Yo las tengo a ellas. Nunca las pude vender. Lo intenté. Pero no podía deshacerme de una parte de mi historia. Una historia que me mira de reojo escribir canciones sobre otros asuntos, sobre otros sentimientos, sobre otras vidas e incluso sobre otras realidades. Ya no hay tanta rabia, aunque cada tanto reaparezca. Ya no hay partituras aunque a veces coquetée con sus composiciones. Cada vez que algo de esto pasa, las miro. Me acuerdo de mi padre diciéndo esto no es música y no puedo hacer otra cosa que reírme.
Que equivocado que estaba, ésta es mi música.