lunes, 8 de diciembre de 2014

La batalla de Los Ángeles (Sobre el cierre de espacios en Montevideo)

El rock no ha muerto, lo han fusilado.
“La batalla ocurrió en la tarde y madrugada del 24 al 25 de febrero de 1942. Un día antes, el 23 de febrero, un submarino japonés disparó contra una instalación productora de aceite cerca de Santa Bárbara, California. Tras escuchar informes que indicaban que el submarino se dirigía al sur hacia Los Ángeles, la gente estaba nerviosa y se respiraba la tensión en el ambiente.

A partir de las dos de la mañana del 25 de febrero y durante varias horas, se vislumbraron, según indican los informantes, objetos no identificados en el espacio aéreo de Los Ángeles, y la amenaza fue tan inusual que sonaron las sirenas anti-áreas, y se dio la orden de cortar la electricidad en la ciudad. A las 3:16, la brigada costera de artillería número 37 comenzó a disparar balas anti-aéreas de 5,8 kg. Dispararon más de 1,400 balas en 58 minutos mientras los objetos se movían al sur, desde Santa Mónica a Long Beach. “Evidentemente pensaron que serían bombarderos japoneses que atacaban el país,” explica el experto en OVNIS Bill Birnes, editor de la revista UFO. “Pero no fue así. Volaban demasiado alto".

Y lo más sorprendente es que ni siquiera una bala alcanzó la nave de las miles que dispararon. La gente que estaba en la calle esa noche jura que no fue ni un avión ni un globo, sino un OVNI. Flotaba, se deslizaba. Y hasta el día de hoy, nadie puede explicar qué nave era, ni porqué nuestra artillería fue incapaz de alcanzarla; es un misterio sin resolver. Las descripciones de los OVNIS varían mucho. El General George C. Marshall, en su primera carta al Presidente Roosevelt en el que le contaba el suceso, escribió que “aviones no identificados…viajaban a velocidades que iban desde muy lentas hasta 320 km. por hora y desde 2.743 a 5.486 metros de altura.” El número de naves varía según los testigos, de 9 a 15 o a 25.”

Montevideo, 2014. Uruguay está en boca de todo el mundo por nuestro presidente, sus discursos y la gran política exterior y de derechos individuales que ha comenzado. Hemos recibido refugiados de distintos países en guerra, legalizamos la marihuana, las mujeres pueden decidir sobre su cuerpo y nos hemos convertido en un referente mundial. Sin embargo la otra cara del espejo muestra telas de araña, moho y una política cultural pésima que cercena todo intento cultural por emerger, siempre y cuando no esté bajo el ala estatal.

Desde hace ya unos años la persecución a espacios y boliches donde se presentan bandas ha ido en una escalada alarmante. Recordemos el polémico cierre del Café La Diaria en 2011: Un centro cultural que albergaba a cientos de artistas. Desde músicos a escritores pasando por pintores y actores. Fue cerrado impunemente por esa excusa inimpugnable que ha utilizado la intendencia para cercenar: Ruidos molestos. Recuerdo perfectamente que dada mi amistad con Juan Meza, quien en esos momentos era dueño del Café, decidí apoyarlo en las gestiones para intentar reabrir el espacio. La queja de los vecinos no era nueva, de hecho el café le pagaba una parte de los gastos comunes a los edificios linderos por los “inconvenientes”. Al reclamar ante la intendencia se le comunica que la queja no era por los ruidos internos del bar, digamos la música, sino por los ruidos que generaba la gente fuera del recinto. En reuniones con la intendencia intentando buscar una solución la respuesta fue básica: El café tenía que hacer una remodelación acústica INTERNA de miles de dólares, sino sería cerrado. Sí, seguramente piensen que es ilógico, todos lo pensamos en el momento. ¿Si la queja es por el sonido externo por qué remodelar internamente? Una vez hecha la reforma volvería a ser clausurado por el mismo motivo. La negativa de la intendencia fue tal que Juan decidió vender su parte del lugar e irse a México. En su momento no lo entendí. Hoy sí.

Casos similares fueron los que sufrieron Espacio Guambia en un primer momento bajo una ridícula norma de bomberos, Living y la clausura de su sótano, las quejas sobre el Solitario Juan y ahora la clausura del sótano de Paullier y Guaná y de Casa Ñandú. Ruidos Molestos, esas palabras que se han convertido en un arma terriblemente poderosa en manos de señores de traje y de vecinos veteranos con repulsión hacia todo aquello de espíritu joven.
Es que hay que tener en cuenta ciertos aspectos tétricos de nuestra ciudad:

1) Tenemos una población avejentada y sedentaria. En otras palabras, una ciudad agonizante que espera irremediablemente a la parca. Una ciudad muerta que cercena todo intento de expresión más allá de sus límites bien definidos. Y aunque nos encante mostrarnos como una sociedad abierta, tolerante y diversa somos una sociedad naturalmente conservadora y con miedo al cambio. Anquilosada. Basta pensar que para que un artista tenga relevancia en nuestro país tiene que tener una carrera de por lo menos diez años. Nuestro Montevideo va rumbo a ser un asilo de ancianos. Cada vez más decorado, con veredas pintadas y murales de colores, pero un asilo al fin. Pero esto no es nuevo, siempre ha sido así. Históricamente tenemos una tasa de natalidad muy baja y estamos llenos de pensionistas. La segunda razón es el que más asusta.

2) El estado uruguayo ha gastado e invertido muchísimo dinero, a mi entender demasiado, para fomentar la cultura pero se ha olvidado de algo fundamental: No se puede controlar la cultura. El solo intento de hacerlo, y más para un gobierno de izquierda, debería ser motivo de profundo rechazo y vergüenza. El estado se está convirtiendo en una especie de Águila calva que ha cobijado a los artistas como a sus pichones bajo sus alas y amenaza con cortarles la cabeza si intentan escapar de ahí. Todo intento privado por fomentar cultura es cercenado casi automáticamente mientras que los escenarios estatales son inamovibles. Nadie vio venir que la sociedad Orwelliana podía venir desde la izquierda pero siendo un poquito pesimista y pensando a futuro es hacia donde estas medidas nos llevan: Todo aquel espacio en el cual no esté presente el estado será cortado de raíz. Todo aquel artista que no esté con ciertos productores/managers no será escuchado. Todo músico que no sea apoyado por fondos estatales que, sorprendentemente, siempre se reparten entre los mismos será dejado de lado. No quiero vivir en un lugar así. Me niego. Ya no solo el rock, la música y la cultura no han muerto, sino que han sido fusiladas impunemente por el excesivo control estatal.

Obviamente los artistas beneficiados por esto están de parabienes, no habrá competencia, podrán seguir lucrando y haciendo sus giras con el dinero de todos. Yo nunca lo sentí correcto. Tal vez porque en mi idea de la cultura y más específicamente de la música el estado no tiene control ninguno, sea quien sea que esté en el poder. Si quiero hacer una gira tengo que conseguir los medios para hacerlo. Nadie me va a dar nada. Y hay algo que estaría bueno recordar: Nada es gratis. Incluso las cosas que llegan de arriba, como un fondo estatal, son gratis. Prefiero hacer menos shows y grabar menos pero sustentarlo con mi dinero que con el de otros.

Ayer cerraron Casa Ñandú. La guadaña municipal ataca de nuevo. Casa Ñandú es un proyecto que llevaban a cabo los músicos de Algún Dios que desde hace tiempo tenían ganas de abrir un centro cultural. En Casa Ñandú no solo tocaban bandas, se hacían ciclos de cine, se daban talleres de música y sonido y se hacían presentaciones teatrales. La gran mayoría gratuitas. La idea era abrir un lugar donde poder nuclear las artes en el medio de ciudad vieja. No había un fin de lucro, había una necesidad, una urgencia de ebullición que se siente en el aire en la escena artística uruguaya. Pero el poder de los ruidos molestos es cada vez mayor. No existen explicaciones cuando la fatalidad golpea a la puerta: Ruidos molestos, clausurado.

Se están haciendo un montón de cosas en todas las ramas artísticas en montevideo, una cantidad increíble. Creo que nunca en la historia se estuvo creando tanto en éste país, para bien o para mal y medidas como estas solamente reprimen y cercenan. Para cualquiera que sepa algo de química y física sabe que al intentar presionar un líquido en ebullición llegará un punto en el que no aguantará más y explotará. Salvo que lentamente nos vayan bajando el fuego mientras nos presionan hasta llegar a un punto en que el agua deje de hervir. En ese momento quedaríamos, como siempre, en la capital mundial del status quo: Los mismos de siempre, tocando la música de siempre para los mismos de siempre. Yo no quiero eso. Prefiero explotar.

Y se olvidan de lo mismo que se olvidaban los misiles que intentaban atacar al Ovni en la batalla de Los Angeles, no es posible frenar ni controlar a la cultura así como es imposible dispararle a un Ovni. Seguiremos abriendo lugares, buscando espacios alternativos, volveremos a los sótanos. Conseguiremos azoteas. Nos iremos hacia las afueras pero no lo van a poder parar. Como diría el boss: Bring on your wrecking ball. 

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